-Oye -le dije-. Tengo una idea. ¿Qué te parece si nos largáramos de aquí? Te diré cuál es mi idea. Tengo un amigo en Greenwich Village que puede prestarnos su coche un par de semanas. Íbamos al mismo colegio y todavía me debe diez dólares. Mañana por la mañana podríamos ir a Massachusetts, y a Vermont, y a todos esos sitios de por ahí, ¿sabes? Todo eso es precioso. De verdad.
Cuanto más lo pensaba, más me gustaba la idea. Me incliné hacia ella y le cogí la puñetera mano. Qué manera de hacer el imbécil.
-En serio -dije- Tengo unos ciento ochenta dólares en el banco. Puedo sacarlos cuando abran por la mañana y luego puedo ir a buscar el coche de ese tío. En serio. Viviremos en cabañas y sitios así hasta que se nos acabe el dinero. Luego, cuando se acabe el dinero, encontraré trabajo en alguna parte y viviremos en un sitio donde haya un arroyo y todo eso, y luego podríamos casarnos o algo así. En el invierno yo cortaría leña y todo eso. Te lo prometo. Podríamos pasarlo estupendamente. ¿Qué dices? Vamos, ¿qué dices? ¿Te vienes conmigo? ¡Por favor!
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